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A modo de inauguración, una de las joyas que nos dejó Syd Barret. Llamado el chico dorado de finales de los 60s, de la era psicodélica, su estrella más brillante y su víctima más trágica. Su genio se evidenció en el primer álbum de Pink Floyd, The Piper at the Gates of Dawn, y luego en los dos que sacó como solista: The Madcap Laughs y Barret. Pero su genio, su excentricidad, y su personalidad creativa fueron virando hacia un estado psicótico que lo recluyó, alejándolo de la vida pública en 1974.


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